En
cada célula viva sobre el planeta existe contenida la memoria total de la
creación: la historia del nacimiento de galaxias y planetas, de proteínas
y protozoarios, de pterodáctilos y neandertales, Por los micro y macro
espirales corre la información inconmensurable de lo que hemos sido desde que
no éramos; desde la noche primigenia en que la Diosa parió al universo y sus
criaturas.
En
los espirales estamos y nos contenemos. En sus ascensos y descensos, en su
torcedura infinita.
En
ese constante movimiento, en este espacio desde el inicio de los tiempos en esta
nuestra Tierra, los seres que somos preferimos olvidar, cerrar nuestros ojos
internos, ojos de niño. Pudo ser por libre albedrío o porque los dioses
-celosos de nuestra conciencia- nos tostaron los ojos en un comal de barro, como
nos dice la vieja leyenda lacandona. O, como más suavemente cuenta Marcos, un
vaho enceguecedor lanzado por el Corazón del Cielo nos empañó la mirada.
Porque sabemos que soportar la inmensidad de lo eterno implica inhumanidad. Y
como la conciencia expandida nos integra a la conciencia cósmica, el camino es
paulatino y largo, muy largo.
31
de octubre, 1997 ExColegio Jesuita, Pátzcuaro
mayo
2, 1998, Galería de Maestros Michoacanos
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Recordar,
recordarse, es el juego divino de la conciencia.
Rehacer,
reconstruir, recrear. Conocer las raíces tanto como las flores.
Ser
ayer y mañana hoy.
Y
éste es el resultado concreto de mi recapitulación. Son las estelas en las que
grabo mi ser humana y celestial, los espirales que recorro hacia mi misma. Las
piedras erigidas por mis manos para alcanzar el cielo. Este es un recorrido por
el vasto camino de la memoria para encontrarme. Y yo, como humana: terrestre, de
carne, sangre, pasión y espíritu, hago una pequeña abertura en el muro del
olvido y me convierto para ustedes en espejo de obsidiana.
Samhain,
1997 ExColegio Jesuita, Pátzcuaro
Beltaine,
1998,
Michoacan
Masters Gallery, Morelia
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